viernes, 27 de abril de 2018

La ingenuidad de los socialistas


Todos los amigos que yo conozco y que son socialistas comportan lo que se podría denominar una ingenuidad esencial consistente en que sólo ven una parte de las injusticias del mundo y no la totalidad, no son nada objetivos con este tema aunque pretenden serlo. De hecho, a mí se me parecen individuos bastante conservadores y reaccionarios con vivencias y representaciones del mundo ancladas en un radicalismo que apareció en el siglo XIX y en una suerte de idealismo realista. Les parece, por ejemplo, que los problemas sólo se encuentran en esa parte que ellos ven y observan, a la que denominan “capitalismo”. El recurso, debemos confesarlo, funciona como una estructura ideológica de fondo que crea grupos ideologizados, y algunas veces religiosos para los cuales ese “capitalismo” es la fuente del mal.
La ingenuidad se explica por dos razones, a saber, creen que los problemas del poder (y este es el problema de los problemas), sus injusticias y abusos corresponden sólo al sistema capitalista de producción, y por otro lado, que estos males se resuelven cambiando el sistema sin que consideremos para ello la cultura o las personas; ante todo “el sistema” porque este cambiará a las personas. Semejante suposición se inserta en una narrativa de carácter mítico que es un cuento sobre unos actores y una trama que lleva por título “la historia de la lucha de clases”. El poder en Cuba o en los días en los que existía la Unión soviética no tendría problemas esenciales. Para varios amigos con los cuales me relaciono en Venezuela, en los regímenes comunistas los problemas de opresión no son verdaderos, y los que se pudiera observar se debe a los traidores. Dentro de este imaginario político, la traición es la manera en la cual el sistema puede fallar.
Los infiltrados son un tipo y como antes han definido el sistema como humanista sería equivocado asignarle una tendencia histórica hacia la opresión o el hecho de que la injusticia se refiera a algo diseminado masivamente en su interior. Si algo ocurre en este plano, si algo debe ser visto de esta manera, debe tratarse de una excepción. La narrativa en este punto, es sencilla de entender, a saber, tenido el comunismo como el espacio de lo bueno (y lo humanista), el Mal tiene que venir del exterior como algo infiltrado. El “traidor” es el punto de comunicación con el Mal, el sujeto por donde entra la impureza desde afuera. Se trata de una narrativa dualista de dos polos que se oponen, el polo del Bien (colocado con la primera letra en mayúscula), contra el polo del Mal que lo asecha constantemente desde afuera.
Si se hace referencia a Venezuela, la aplicación de esta narrativa da como resultado la conclusión de que la causa de todo el desastre económico y humanitario es un plan internacional de guerra económica promovido desde el “imperio”, una figura mítica con la cual se recubre a los EE.UU., o si se trata de Cuba, cualquier situación anómala conseguible dentro del sistema debe tener relación con el consabido “bloqueo”. Con el Mal colocado dentro del capitalismo y nunca al interior del comunismo, es lógico que el resultado sea la ceguera galopante frente a los defectos del comunismo. La opresión queda afuera.
Si en Cuba y Venezuela se encarcela a opositores eso no tendría que ver con un encarcelamiento propiamente dicho o algo que se parezca a una opresión sino con la lucha que naturalmente tiene que darse en contra de los “infiltrados” o “traidores” como acto de defensa de la revolución para sus enemigos o para, aplicando de nuevo la narrativa, impedir que el capitalismo penetre en el sistema o desalojar los restos que puedan quedar del mismo. No se trataría, pues, de un encarcelamiento sino de un acto de legítima defensa. El imaginario se persuade a sí mismo de que lo que hace no es oprimir sino defenderse, y garantizar la justicia. El problema es que de esa manera en las cárceles cubanas pueden permanecer personas por espacio de 20 años, privados de su libertad, y sintiendo con razón, que se les persiguió por su pensamiento o mejor, por el hecho de realizar una oposición activa y una crítica al sistema; algo así como que si criticas vas a ser encarcelado. Esto que normalmente pertenece a casi todos los sistemas políticos del mundo, que es una nota común en América, África, Asia y el Medio Oriente en muchos países, un comunista lo ve como propio sólo de los países capitalistas.
La ingenuidad tiene que ver con qué creen, además, que participan de una verdad descubierta hace siglo y medio, y no de una ideología como cualquier otra, por cierto de carácter religioso, que divide el mundo de una manera sencilla y dualista.
Las consecuencias son aberrantes porque ven como bueno la detención de opositores,  la invasión de Angola como un acto de “solidaridad” como un país hermano, y le pueden dar la razón a Nicolás Maduro cuando declara que los continuos cortes de electricidad que sufre el país desde hace algunos años se deben a un acto deliberado de sabotaje de los EE.UU.
El realismo político no parece existir en su mente, y es que a ningún científico social serio debería ocurrírsele poner en duda que los EE.UU. es una de las naciones más invasoras que jamás ha existido, que dichas invasiones no pueden ser explicadas sino en términos de la propia interpretación norteamericana de sus propios intereses en la geopolítica mundial, pero los socialistas no creen que las naciones socialistas sean capaces de esa lógica. No aplican el término o no ven como una invasión lo ocurrido en la Primera de Praga, y no avanzan mucho más allá. No pueden creer que China sea el segundo país más contaminante del planeta, o que una televisora cubana haga más propaganda alienadora que una típica planta de televisión en un país capitalista vendiendo una marca de jabón. Creen que la manipulación de los medios de comunicación social es un asunto sólo de los medios capitalistas. En fin… todo eso piensan.

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