miércoles, 20 de enero de 2016

Los aportes de Foucault

Conversando ayer con mí esposa en esas excelentes tertulias matutinas o nocturnas en las que nos sumergimos con regularidad para hablar de Filosofía, política y ciencia, me leía unas entrevistas de Foucault, el gran pensador francés, que me recordaron sus planteamientos esenciales acerca del poder, ya al final de su vida. Decía que no había una sociedad en la que no hubiesen Relaciones de Poder, que estas relaciones son parte de la vida cotidiana, que se fundamentan en muchas circunstancias, y que cuando se cimentan y se burocratizan deberían ser entendidas como Relaciones de Dominación; por ejemplo, frente al Estado (cualquier Estado del mundo) tenemos Relaciones de Dominación pero en mi casa, en convivencia con mi familia, las personas tienen Relaciones de Poder. Y afirma, −y esta es la parte interesante−, que como las Relaciones de Poder son inevitables, lo que corresponde es discutir las Prácticas de Libertad, o sea, cómo voy a conducir mi libertad frente a los demás y frente al Estado, y que si se pierde de vista este tema, se olvida lo esencial de los problemas políticos de la sociedad moderna, y esto es lo mismo para una sociedad comunista que para una con economía de mercado. Pues bien, en efecto, todas las posturas cercanas al socialismo nos persuaden de que no es así, de que lo que hay que ver es la gestión colectiva de los Medios de Producción, que en ello consiste la verdadera libertad y realización humana. Marx pensaba que en la colectivización estaba al fin el control del poder y la eliminación de lo que Foucault llamaría más luego, Relaciones de Dominación; un ejemplo, entregarle a los Consejos Comunales en Venezuela (que en Cuba se llaman Consejos de la Revolución) o a la sociedad entera, las fábricas. El problema con esto es que la gestión colectiva directa es imposible porque siempre hay que nombrar delegados o representantes para la gestión operativa, y cuando se hace eso se enajena la vida social y se crea un poder. En el camino perdemos la libertad porque se la entregamos a los representantes, es decir, Foucault tenía razón



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