La crisis política actual de Venezuela es bastante compleja
porque no parece lo que es y no es lo que parece, y hay algo que no deja de
inquietar a cualquier analista informado: Parece existir una correspondencia
entre las características de su sistema político y una mentalidad de fondo que
persiste. Se afirma que el sistema, como tal, marcha hacia la dictadura o ya se
encuentra en ella, pero el esquema de desenvolvimiento dice otra cosa. Una dictadura no puede ser algo independiente de la interpretación que
hagan sus ciudadanos, al menos así debería ser, no es algo objetivo que existe
en la realidad; los politólogos lo saben porque el concepto de “legitimidad” debe
ser insertado.
Por ejemplo, lo que hace el chavismo hoy es recurrir a una
estrategia vieja que se resume en lo siguiente: Aprovecha la debilidad institucional crónica de los
poderes públicos en Venezuela, la amplifica por el inmenso poder que ha
acumulado y la pone a su servicio. Ya Chávez los acostumbró a eso y por cierto, consiguió mucho éxito. Antes, en el 2002, en una época bastante parecida a la actual, el Tribunal Supremo llegó a declarar que no hubo golpe de Estado cuando dicho golpe efectivamente se realizó el 11 de abril de ese año, dicho órgano tenía para entonces tendencias puntofijistas, para decirlo
de alguna manera, era un sobreviviente del viejo sistema, y ahora los chavistas
hacen lo propio (en la foto de arriba marcha del 11 de abril de 2002 hacia Miraflores). Chávez se dedicó luego a la cooptación de dicho tribunal ya
que, al fin y al cabo, si era adeco mejor se definía como chavista. Si ahora, dado que el
problema se ha agravado, esta entidad se dedica a legislar y a ser un
ministerio más del poder ejecutivo, eso solo confirma lo sucedido desde siempre. Si, antiguamente, los miembros del Consejo Nacional Electoral o del Consejo
Supremo Electoral, como se llamaba antes, eran pro-adecos y ahora pro-chavistas,
da lo mismo. Este poder en particular, siempre ha conservado cierta independencia como para lograr
proclamar a Chávez como presidente de la República (en los días en que era
pro-adeco) y ahora proclamar el triunfo de la oposición en la Asamblea Nacional en las
recientes elecciones parlamentarias (en los días en que es pro-chavista). Es decir, no ha sido tan sumiso como para cometer
fraude masivo pero si para anular el Referéndum Revocatorio,
como ha ocurrido hoy en día. En definitiva, en Venezuela la división de poderes que requiere
la democracia ha sido siempre una división de “grupos en el poder”, o sea, que
no ha correspondido con postulados de la democracia pertenecientes a la cultura
política del
país sino una división circunstancial de poderes. Es el sentido exacto en el que
debe hacerse la interpretación sobre fenómenos ocurridos antes, un poco
extraños, como el enjuiciamiento a Carlos Andrés Pérez en su segundo mandato en
la década de los 90 por parte del Fiscal General de la República y la Corte Suprema, secundada por
el Congreso Nacional, o que un presidente de Banco Central se enfrentara a un
presidente de la República en defensa de la autonomía de esa entidad.
Ni que decir, se trata del problema más grave que tiene el país en estos
momentos, el presidente le da órdenes, algunas veces públicas, al
Tribunal Supremo acerca de lo que tiene que hacer, y se niega cualquier
legitimidad a la Asamblea Nacional, máximo órgano legislativo de la nación (en la foto contigua la misma marcha pero de octubre de 2016 en la denominada "Toma de Venezuela"). Ya Diosdado Cabello, el segundo al mando ha dicho, que para ellos la Asamblea Nacional no existe. Se debe notar que si no fuese de esa manera, hace años, dicho tribunal hubiese
enjuiciado al mismo Hugo Chávez y corregido la partidización brutal de las
Fuerzas Armadas cuyos comandantes proclaman religiosamente, en cada acto
público, que sirven al chavismo y a nadie más.
Pero hay algo todavía más grave: Es el país, su población o
parte de su población la que mantiene dicho sistema político. Por ejemplo, se hubiese
podido salir del chavismo en el 2006 pero la población no quiso. El país venía
de la conmoción del 2002 y 2003 donde el número de marchas había sido
interminables, había ocurrido una huelga petrolera de PDVSA de varios meses, un
paro cívico, un golpe de Estado, enfrentamientos armados en la calle, y la
lógica decía que el presidente debía salir en el siguiente proceso electoral. Nadie,
ningún presidente, hubiese podido superar las elecciones después de semejante
panorama. En los días críticos (lo que se dice también de Nicolás
Maduro) tuvo el 34% de popularidad, todos estaban
desesperados por salir de él, pero después de dos años todo se había olvidado. Chávez ganó con el 60% de los votos marcando un récord histórico. La pregunta es. ¿Cómo un país coloca la popularidad de un presidente
en 34% y luego vota masivamente por él?. ¿La oposición estaba mintiendo o a la
gente no le interesa la democracia?. Hay que recordar que en aquellos días, el
chavismo agredió con piedras y tiros a casi todos los medios de comunicación,
sedes empresariales y sedes de partidos de oposición. Esta última, por su lado, hizo lo propio pero sobre el chavismo.
Esa es la razón por la cual los chavistas de hoy no prestan
ninguna atención a las protestas y pedimentos de la oposición, a sus reclamos
más dramáticos: Es que ya pasaron por lo mismo hace varios
años, Chávez les enseñó que era algo superable y que luego se pueden ganar las
elecciones abrumadoramente, la gente presencia todos los desmanes y luego vota
masivamente por el líder que los comete. Como ya dijo alguien por ahí, Nicolás
Maduro llegó al poder con votos. En Abril de 2002, en su momento mas bajo, Chávez hubiese perdido las elecciones, pero dos años después nadie le hubiese ganado. La pregunta es por el país que tiene ese comportamiento, que no se da por enterado del requisito de la independencia de los poderes.